sábado, 29 de enero de 2011

MIGEL ÁNGEL

Nuestro artista concibe la pintura con mentalidad de escultor: elimina el paisaje; le interesa ante todo el movimiento anatómico, no la atmósfera; por eso pinta volúmenes, cuerpos humanos en múltiples y diversas actitudes, en escorzos violentos de extraordinaria dificultad. Sus figuras titánicas, hercúleas, a veces desproporcionadas, presentan ese rasgo tan típico al que antes nos hemos referido: la terribilitá.
Al período florentino de Miguel Ángel corresponde la Sagrada Familia de los Uffizi (llamada también “tondo Doni”), obra en la que ya se hacen presentes recursos manieristas: el cuerpo de la virgen se contorsiona de una manera un tanto inverosímil, y en el fondo aparecen unos adolescentes desnudos que contrarrestan de manera notoria con la temática religiosa.
Las principales obras pictóricas de Miguel Ángel se encuentran en Roma: la bóveda de la Capilla Sixtina y el fresco del muro del Juicio Final en la misma capilla. Se trata de dos muestras de pintura mural, de dimensiones colosales. Para la realización de la bóveda, tarea que le ocupó desde 1508 al 1512, Miguel Ángel fingió una arquitectura de arcos, pilastras y medallones, para no mezclar las escenas y para fusionar arquitectura y pintura. Se trata por tanto, de una cuadratura, o arquitectura fingida, con lo cual produce efectos ilusorios, de relieve; en el tramo central de la cúpula dispuso diversas escenas del Génesis(entre ellas, la Creación de Adán). Jóvenes desnudos (Ignudi), Profetas y Sibilas, sentados/das en posiciones forzadas, toman posesión del espacio con energía.
Juicio Final - Miguel Ángel
En 1533 recibió el encargo de pintar en el testero, cabecera, del Capilla Sixtina, el fresco del Juicio Final. En su centro, la figura de Cristo Juez, con su brazo derecho alzado para descargar implacable el peso de su justicia, preside sobre una masa angustiada de seres humanos desnudos en las más diversas posiciones. Miguel Ángel prescinde así de todo elemento geométrico: todas las figuras se disponen en un único plano, sobre un fondo azul, al margen del espacio y del tiempo. La escena se desarrolla en un movimiento circular, con un ritmo ascendente a la derecha (donde se encuentran los justos) y descienden a la izquierda (donde están los condenados). Es una obra terriblemente trágica: una visión dantesca del final de la humanidad. La abundancia de desnudos desencadenó una oleada de críticas, lo cual obligó al Papa a cubrir las desnudeces con velos, obra que realizó el pintor Volterra.
En la actualidad la Capilla Sixtina, después de la restauración última, brilla intensamente con los azules cobalto que ha logrado recuperar el equipo de restauradores/ras.

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