domingo, 7 de noviembre de 2010

EL AMOR UNA DECISIÓN


Parece ser que el jugar al "me quiere mucho, poquito o nada" está out. Parece que el amor ha cambiado de forma y tal vez de definición. Esta clásica frase con la que mi generación jugaba casi a lo que hoy sería equivalente a la aplicación del tarot, donde tratábamos de "adivinar" si ese amado nos correspondía o no, sería vista como un acto de juego y de ingenuidad total.
El amor ha ido cambiando de forma. O, mejor dicho, le hemos ido exigiendo mucho al concepto, quizás dejando de lado los componentes que hacen de este sentimiento la fuerza que mueve al mundo.
De amor se ha hablado mucho y estudiado en demasía. Desde los filósofos más antiguos hasta los más contemporáneos, siempre terminan escribiendo sobre este sentimiento que nos encanta sentir, pero que al mismo tiempo nos asusta cuando llega y nos puede meter en más de algún problema.
Aquí no vamos a hablar en forma específica del amor universal, sino que me voy a referir al amor de pareja, que sin duda es una expresión más de esta fuerza movilizadora, pero que tiene sus propias características. Este sentimiento sí que ha cambiado. Da la sensación de que se ha vuelto más práctico, más racional, más concreto, en el cual se privilegian primero los objetivos personales y no los de pareja.
Hablar del amor es, sin duda, hablar de compromiso. Pero hoy cuesta comprometerse, cuesta perdurar el clásico "para siempre", aunque en el fondo de nuestras almas lo seguimos buscando, y, según mi experiencia clínica, la gente sigue haciendo todo lo posible por mantener. Sin duda, la ruptura del amor debe ser uno de los dolores más intensos y quizás de los que dejan más heridas en el ser humano.
Entonces es válido preguntarse: ¿qué nos pasa?, ¿por qué si es algo que todos buscamos y deseamos - y que incluso por experimentarlo y vivirlo, somos capaces de hacer cualquier cosa y de complicarnos en ocasiones mucho más de lo razonable- , nos dura tan poco, se acaba aparentemente tan rápido, y es tan frecuente ver a tanta pareja joven separándose antes de los cinco años de convivencia o matrimonio?
Lo que pasa es que creo que como sociedad estamos anestesiados. Cada día nos cuesta más sentir, nuestros umbrales se han ido alterando y cada vez necesitamos sensaciones más fuertes para poder despertar emociones dentro de nosotros mismos, y por supuesto también para los demás. Estamos como adictos a la adrenalina y, por lo tanto, empezamos a querer y buscar todo lo que nos conecte con el estar vivos. Lo malo es que estas sensaciones son transitorias, se van y hay que buscar otras. Creo que hemos ido asociando el amor a la búsqueda de estas sensaciones, y cuando éstas se van, entonces la relación se termina.
Si a esto le agregamos que estamos inmersos en una sociedad donde la máxima que nos mueve es la búsqueda del placer, donde los niveles de tolerancia y de paciencia dejan mucho que desear, y donde hemos ido evadiendo todas las situaciones que nos puedan generar dolor, entonces empieza a quedar claro por qué este sentimiento pareciera ser el causante de nuestros dolores.
Las asociaciones negativas que hacemos al amor
También hemos hecho mezclas raras. Por un lado, estamos asociando la angustia al amor, y esto se ve mucho en las generaciones jóvenes, donde sobre todo las mujeres eligen hombres "malos" para poder rehabilitar o cambiar, pero en ese proceso se sufre en demasía. Es como si existiera la premisa inconsciente de que mientras más soy capaz de sufrir por ti, más te amo. Salir de este proceso cuesta mucho, pero necesariamente pasa por cambiar esa definición y entender que quien te ama, no te puede hacer sufrir permanentemente.
Otra asociación negativa que tenemos del amor es que es un sentimiento que encarcela, que quita libertad. Claramente, cuando un amor es sano tiene límites, como todas las cosas sanas de la vida, pero un amor sano genera libertad, entendida como la fuerza que me permite vencerme a mí misma(o), y que se coloca al servicio de mi proyecto de vida y de mi autoestima, sin que esto signifique estar "mirándome el ombligo". Quizás uno de los problemas de las parejas jóvenes de hoy es que tienen proyectos paralelos y no han construido un proyecto de pareja, un NOSOTROS. Sólo un yo o un tú en paralelo. Veo con nostalgia cómo las parejas de antes se casaban casi sin nada y juntos diseñaban un proyecto para ir adquiriendo todo lo que necesitaban, y cuando uno les pregunta por la etapa de mayor felicidad, sin duda mencionan ésta como la más importante, junto con la llegada de los hijos.
Hoy, en cambio, se ven parejas que no se comprometen, que utilizan términos como "andar", "amigo con ventaja", y que al formalizar finalmente no se casan si es que no han logrado un departamento o tantas otras cosas que se anteponen al compromiso y al proyecto de vida en construcción. Casi sin percibir que desde afuera nunca se está listo para nada, que la preparación es interna y que tiene que ver con cuánto me quiero, y desde ahí deducir cuánto voy a ser capaz de querer al otro, sin pasarle la cuenta y sin pensar que ese otro vendrá a cubrir un vacío mío o aparecerá, como decía recién, para ser salvada(o) por mí.
Es fundamental entender que el amor verdadero poco tiene que ver en el tiempo con las cosquillitas de la guata, con la adrenalina, con esa etapa que muchos autores dicen que es una especie de locura temporal, con una pasión desenfrenada y con la dependencia maravillosa, que hace que uno sienta que no puede hacer nada si el otro no está. Todas estas condiciones y sensaciones son necesarias de sentir, pero no son suficientes, porque la cotidianidad, la rutina y las dificultades de la vida y las que nos inventamos para no poder ser realmente felices, harán desaparecer ese sentimiento que parecía indestructible.
El tema es que allí es cuando aparecen otros que nos dicen: ahora sí que, con ella o con él, encontré otra vez esa sensación, y que a la larga se transforman en espejismos que vuelven muchas veces a repetir el modelo. Ahí es cuando se deterioran las relaciones y uno empieza a sentir que se equivocó, y aparece la sensación de querer terminar la relación.
El amor es una decisión
Es fundamental aclarar que en esto no hay parámetros, que no se puede generalizar. Existen tantas formas de vida y personas como formas de amar, y por lo tanto sólo estoy reflexionando sobre ciertas tendencias que puedo observar en mi experiencia clínica y en mis investigaciones.
El amor es, sin duda, y si quiero que sea para siempre, una decisión, y éste es un componente fundamental en la estructura de cualquier relación de pareja. El sentimiento es la condición primera, pero desde ahí tenemos que entender que necesitamos poder elegir conscientemente al otro. Yo decido amarte y eso me permitirá poder perdonar, tolerar, y aprender de ti y tú de mí a lo largo de toda la vida.
Siempre he dicho que las rentabilidades se obtienen donde uno invierte. Creo que cada día invertimos menos en nuestras vidas "puertas adentro". Todas nuestras inversiones parecen ir hacia fuera, y por lo tanto nuestras rentabilidades ahí están, lamentablemente donde están las anheladas "lucas". Pero no estamos invirtiendo en nuestras fuentes de amor.
Es probado, por ejemplo, que el erotismo no disminuye con los años; lo que disminuye son los eventos que la pareja hace para despertarlo y todos los esfuerzos que la pareja antes hacía para estar solos, a oscuras, los dejan de hacer cuando se ven sumergidos en la cotidianidad. Debemos, entonces, recuperar el misterio, la galantería y el arte de cuidarnos y seducirnos sin objetivos; sólo para estar y compartir. Las mujeres estamos llamadas, por nuestra naturaleza retenedora, a cuidar nuestros mundos emocionales dentro de la pareja. Estamos más llamadas a colocar el encanto y la magia dentro de la relación, y lo masculino está llamado a avanzar en ella, a ayudarnos a las mujeres a no quedarnos pegadas, a disfrutar lo que tenemos y no lo que nos falta.
En esta fecha marketera o inventada para hablar del amor de pareja, los invito a reflexionar sobre sus decisiones. A lo mejor les ayudo un poquito a reencantarse con sus parejas, a decidir amarlas y a buscar todas las instancias para resucitar la magia y conectarse con la profundidad de ese sentimiento que es lo que más, según mis creencias, nos conecta con la esencia de la vida, con el misterio del ser humano, con nuestras luces y nuestras oscuridades, con nuestro potencial de crecimiento, y al final con Dios.

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