martes, 13 de julio de 2010

UNA JOVEN CON FUERZA

El cáncer la dejó sin cabello y con renguera, pero esta chica está decidida a ser como su ídolo.
El maquillador desliza una brocha de cerdas suaves por las mejillas de Vivian Laws, y deja en ellas un rubor que la hace verse rozagante y bonita. Por ahora, esta adolescente goza de buena salud, a pesar de las muletas con que se sostiene de pie y el enorme soporte ortopédico negro que lleva alrededor de la pierna derecha. Está muy emocionada —y con sobrada razón— de encontrarse en los Estudios Chelsea de la Ciudad de Nueva York, donde se prepara para estar en un programa de televisión.


El maquillador le da los toques finales sobre los labios.

Hmm. Más maquillaje del que normalmente me pongo, piensa Vivian cuando se mira en el espejo con ojos de profesional. Aunque sólo tiene 14 años, es una modelo en ciernes.

Es noviembre de 2008, una de esas mañanas frías y luminosas de la Gran Manzana. Junto a Vivian está sentado el productor, y la joven charla con él para dejar pasar los minutos antes de que inicie el programa. No se siente nerviosa. Ya ha estado antes sobre un escenario y ante las cámaras. También se siente cómoda con su atuendo: un ajustado chaleco amarillo sobre una remera negra de mangas largas y una falda de muselina negra.

La ropa y el maquillaje son detalles importantes para una aspirante a modelo y actriz como ella, al igual que el cabello. Pero no tiene que preocuparse por él, pues está calva. La quimioterapia la dejó así, mientras limpiaba su cuerpo de osteosarcoma, un tipo de cáncer de los huesos.

La enfermedad es la razón por la cual esta adolescente de Cordova, un suburbio de Memphis, Tennessee, se encuentra en los estudios. Va a contar su historia como sobreviviente del cáncer en un popular programa matutino de noticias, a instancias del Hospital Infantil de Investigación Saint Jude, de Memphis, donde recibe tratamiento. Pero antes la espera una sorpresa.

Llaman a la puerta. Por un instante, Vivian piensa que es un tramoyista, pero se queda sin aliento al reconocer a la persona que acaba de entrar. El productor no habría podido indicar en el guión una mejor expresión de asombro.

—Ay, ¡hola! —le dice Vivian a la visitante, casi gritando.

Es su máximo ídolo: Tyra Banks, la supermodelo convertida en estrella de televisión.
La sorpresa, preparada por su padre y el Hospital Saint Jude, es que Vivian no aparecerá en el noticiero, sino en The Tyra Banks Show, programa que ven 2,2 millones de personas en cadena nacional.

Minutos antes de que Tyra entrara en el vestidor de Vivian con un equipo de camarógrafos, el padre de la chica, Vince, contó la historia de su hija sobre el escenario: cuando esta joven animadora deportiva y aspirante a modelo tenía 12 años, le diagnosticaron cáncer óseo en la pierna derecha. Hasta ahora ha vencido el mal, pero la enfermedad y el tratamiento han limitado sus aspiraciones.
Vivian, según refirió su padre, era una nena traviesa y llena de energía, siempre dispuesta a superar los desafíos. Cuanto tenía tres años ocurrió el “incidente del desayuno”: en su intento por preparar el alimento matutino, la precoz niña tiró cereal en el inodoro y arrojó huevos crudos al piso de la cocina.

La chica también tenía una belleza natural. El fotógrafo que le hizo un retrato a Vivian cuando asistía al jardín de infantes le preguntó a su madre si la dejaría posar para sus anuncios, y le sugirió que inscribiera a su hija en concursos infantiles de belleza.

La madre, Carla Laws-Roseberry, siguió el consejo. En los concursos en que Vivian participó, sobresalieron su belleza exótica —herencia de su linaje irlandés e indígena estadounidense— y su vibrante personalidad. Carla dice que su hija posee una “luz interior que siempre ha atraído a las personas”. A los siete años de edad, Vivian ya había ganado un par de certámenes.

Posteriormente, mientras asistía a un festival de celebración del Día de la Independencia de los Estados Unidos, en Memphis, un buscador de talentos le sugirió que asistiera a clases de modelaje. Vivian firmó un contrato con la prestigiosa Agencia Wilhelmina Dan a los 10 años de edad.

Pero luego, cuando tenía 12 años, sintió un dolor tan intenso en la rodilla derecha que sus padres la llevaron a ver un médico especialista.

En la parte superior de la tibia, la chica tenía un tumor maligno del tamaño de una pelota de ping-pong. Tendrían que someterla a quimioterapia y a una operación para extirpar el tumor, y luego a dosis de fármacos aún más tóxicos para destruir las células malignas que quedaran. Se sentiría mal durante seis meses por efecto de los medicamentos, y aunque sus probabilidades de recuperación eran buenas, no había ninguna garantía.

Peor aún, el médico le explicó a la chica, quien había puesto la mira en una profesión que normalmente exige perfección física, que tendrían que extirparle la parte enferma de la pierna y reemplazarla con una prótesis de metal. El procedimiento le dejaría una cicatriz visible en la pierna. Además, requeriría un soporte ortopédico para el pie, y quedaría con una renguera permanente.

“¿Perderá una pierna y el pelo?”

El cáncer es la principal causa de muerte por enfermedad entre los chicos estadounideses de 1 a 14 años de edad. Si existe algún consuelo para los niños que contraen esta enfermedad, es que la mayoría no saben exactamente qué les pasa. La carga emocional y la toma de decisiones recae casi totalmente en los padres. Estas decisiones con frecuencia son las más difíciles que tomarán en su vida, sin saber, hasta meses o años después, si fueron las acertadas.

La historia de Vivian es un poco distinta.

Cuando el médico pronunció el diagnóstico, la chica no lloró ni se mostró alterada. Hizo preguntas que, por inmadurez, la mayoría de los niños de su edad no podrían formular: “¿Qué tipo de tumor es? ¿Es mortal?” ¿Voy a perder una pierna y el pelo?”

“Vivian se comportó con una madurez y una serenidad asombrosas”, cuenta su padre. “Mi esposa y yo nos quedamos mudos, pero la nena siguió preguntando sobre la enfermedad y lo que le esperaba. No tenía miedo de conocer las respuestas”. Si bien sus padres tuvieron la última palabra, decidieron junto con ella la atención médica que recibiría. Vivian se mantuvo informada de cada paso del tratamiento. Preguntó cuánto tiempo duraría, y sobre las transfusiones de sangre y la neutropenia, condición en que los glóbulos blancos disminuyen por debajo de cierto punto, lo cual aumenta el riesgo de infección.

Jamás hizo búsquedas en Google sobre su enfermedad, sino que consultó directamente a los médicos y a las enfermeras. Sobre todo, no permitió que el miedo se apoderara de ella.

Vince cree saber por qué su hija dio un salto casi instantáneo de la niñez a la edad adulta. Un año antes, en 2006, los abuelos maternos de Vivian murieron de cáncer en un lapso de seis meses. La niña vio que su madre los cuidaba día y noche. El día que su abuela falleció, Vivian se encontraba en un ensayo de bastoneras enfrente de la casa de sus abuelos, y de pronto vio una ambulancia estacionar junto a la entrada.

Tenía un vínculo muy estrecho con sus abuelos. “No quería pasar por lo mismo que pasaron ellos —dice—, así que decidí ponerme terca en cuanto al cáncer”. Sabía, por programas de televisión que había visto, que algunos enfermos de cáncer se sienten desgraciados y se enojan con el mundo. “En el consultorio del médico decidí que yo no reaccionaría así”.

Fármacos peligrosos

El metotrexato es una sustancia quimioterapéutica ultrapotente que los médicos usan sólo como último recurso, pues tiene efectos secundarios potenciales peligrosos: daños en los riñones, el hígado y el sistema inmunitario. En mujeres que lo toman durante el embarazo, también puede provocar esterilidad y malformaciones congénitas en el feto.

En febrero de 2008, al comenzar la segunda segunda tanda de quimioterapia, el oncólogo David Shook les propuso a Vivian y a sus padres sumar el metotrexato a las dosis de fármacos.

—En este momento estamos en el medio tiempo del partido y vamos perdiendo —les dijo.
Un mes antes, los médicos le habían extirpado a Vivian el tumor y la tibia y la rodilla enfermas, e implantado en su lugar una prótesis de metal. Cuando analizaron el tejido maligno en el laboratorio, supieron que la quimioterapia había reducido el tumor en un 30 por ciento, pero no era suficiente.

“Nos consternó la idea de darle sustancias tóxicas a la niña”, contó Carla. “Al llegar a la casa, mi esposo me abrazó y se echó a llorar”. Sin embargo, Vivian aceptó con valentía que le suministraran el metotrexato.

Un mes después de empezar a tomarlo, contrajo una infección aguda por estafilococos en la zona de la prótesis. Sufría accesos de fiebre constantemente, y debido a las náuseas y el vómito que la quimioterapia le provocaba, tuvieron que administrarle complementos nutritivos por vía intravenosa durante seis meses.

En julio de 2008, los médicos le extrajeron el implante infectado e insertaron en el hueco un espaciador temporal impregnado de antibióticos. Durante todo el procedimiento, la chica se mantuvo optimista.

“Lo último que un paciente quiere es que le den inyecciones —dice la doctora Najat Daw, otra oncóloga del hospital—, pero Vivian se arremanga la blusa muy sonriente. Esa actitud la ha ayudado a superar todo esto”.

La animadora


Poco después de la primera operación de implante de prótesis, en enero de 2008, Vivian empezó a ejercitarse en las barras paralelas de la sala de fisioterapia para reaprender a caminar, lo cual ha tenido que hacer después de cada intervención. En la sala, un paciente de 20 años, pelirrojo (antes de que se le cayera el cabello) y mirada dulce empezó a hacer bromas, y Vivian se rió. Ya lo había visto antes. Como ella, padecía osteosarcoma. A los dos los operaron de la pierna el mismo día, pero él no tuvo la suerte de conservar la suya. Peor aún, el cáncer se le había extendido a los pulmones.

Vivian se hizo amiga del muchacho, que era líder juvenil de una parroquia, así como de su novia y sus padres. El chico se dedicó a aconsejarla y apoyarla, y ella asistió al casamiento de la pareja, cuya fecha se adelantó por temor a lo inevitable. El mismo día en que operaron de urgencia a Vivian por la pierna infectada, a su amigo le extirparon los tumores de los pulmones. La primera pregunta que hizo cuando se recuperó de la anestesia fue: “¿Cómo está Vivian?”

Un día, llamaron del hospital a la chica para saber si podría visitar a su amigo, que se encontraba en una residencia para enfermos terminales. Con la aprobación de sus padres, Vivian empezó a visitarlo con frecuencia. “Y antes de que nos diéramos cuenta —dice Vince—, el joven se sentaba en la cama y comía helado. Mi hija tiene la habilidad de dar vuelta todo”.
“Nos reíamos y bromeábamos como en el hospital”, cuenta ella. “Él me había dado su apoyo todo el tiempo, así que ahora yo debía dejarlo apoyarse en mí. Maduré en las últimas semanas que vivió, y sé que soy una mejor persona por haberlo conocido”.

Cuando el joven murió, Vivian pasó cuatro minutos llorando y después se detuvo abruptamente. Basta. No más lágrimas, se dijo. Desde entonces, se ha hecho cargo de otros pacientes del Hospital Saint Jude.

“Sonríe con los ojos”


Tras bambalinas en los Estudios Chelsea, unos momentos antes de salir al escenario con Vivian, Tyra Banks se dirige a ella y le dice:—¿Sabes qué me recuerdas con tu cabeza así? La sexta temporada del concurso America’s Next Top Model, cuando las chicas hicieron una sesión fotográfica rapadas y se veían preciosas. Si una joven es capaz de lucir sin nada de pelo, es verdaderamente hermosa y fascinante.

Una vez en el centro del escenario, Vivian posa para el fotógrafo particular de Tyra. La modelo dirige la sesión y aconseja a la chica:

—Colócate en tres cuartos de perfil y sonríe con los ojos.

En seguida ella y Vivian se sientan junto a la actriz Marlo Thomas, hija del comediante Danny Thomas, fundador del Hospital Saint Jude, para hablar sobre las obras de beneficencia de la institución y sus necesidades de recaudación de fondos.

El hospital ha tratado pacientes de más de 70 países en sus instalaciones en Memphis y a través de su Programa de Alcance Internacional. Vivian se ha convertido en modelo portavoz del Saint Jude: aparece en eventos publicitarios, posa en sesiones fotográficas para producir materiales de marketing y aparece en programas de televisión como este.

Con todo, The Tyra Banks Show es sin duda la experiencia que más la emociona. No puede creer que esté a unos centímetros de Tyra, cuando apenas la noche anterior estaba fascinada tan sólo de poder ver una réplica de cera de su ídolo, en el Museo de Cera de Madame Tussaud. “Tyra es tan exitosa y a la vez tan sencilla”, dice. “Aunque no tiene necesidad de hacerlo, ayuda a otros infundiéndoles seguridad en sí mismos”.

Al describir a Tyra, se describe también a sí misma. Con una tenacidad y una determinación tan grandes como las que han llevado a su ídolo a triunfar como empresaria, esta delgada chica sin pelo y con renguera en un pie persigue su sueño de ser modelo. Tal vez no logre llegar a una pasarela de París, pero no le preocupa. Dice que si no le dan trabajo por su cicatriz en la pierna o su renguera, no importa: “Simplemente haré otra cosa”.

Vivian afirma que se siente feliz de poder usar su amor por el modelaje y la actuación para alcanzar otro tipo de celebridad: ser una verdadera sobreviviente del cáncer. “Me siento muy satisfecha de haber superado los momentos difíciles, cuando me reí y dije ‘No tengo miedo’, mientras todos los demás temían por mí”, señala. “Me siento orgullosa cuando hago sonreír a una persona que ha tenido un mal día. Tengo la suerte de ver que poseo esa cualidad”.

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