viernes, 8 de enero de 2010

DIALOGAR ES MUY IMPORTANTE

Para llegar a un acuerdo, para llegar a pactar, a convenir, a armonizar, a conciliar, como quiera que le llames a la concertación es indiscutible que el mejor y más efectivo paso lo constituye el diálogo entre las partes. Y es que la relación entre personas está siempre expuesta a diversas manifestaciones motivadas por la diversidad de formas de ser y de pensar y lo que es más, ante un sinnúmero de intereses personales o colectivos ya sea que el vínculo se llame de pareja, de grupo, de asociación, de obrero a patrón, de empleado a jefe, de hijo a padre, de amigos, de hermanos etc. Mas comúnmente se oye hablar del término concertación refiriéndose a la solución de diferencias en el orden político o social de gran escala o renombre en la mesa de diálogo, pero su uso no está determinado únicamente bajo tales circunstancias ya que la concertación debemos concebirla como un mecanismo cotidiano cualquiera que sea el acuerdo al que se quiera llegar. Dialogar nos permite un buen ambiente en la búsqueda de nuestros objetivos si nos proponemos adoptar la mejor actitud y disponibilidad pensando en bien de todos, con tolerancia, con equidad y con justicia social. Grandes conflictos a nivel mundial se han llegado a resolver por la vía pacífica del diálogo. Para llegar a un acuerdo hace falta desarmar los corazones, hay que desprendernos de todo aquél sentimiento de dolor y de rencor que nos roba la tranquilidad punzando la herida que nos causa el dolor y el odio malhechor, por el contrario debemos darle paso al perdón y a la aceptación del otro con todas sus diferencias y errores. Otro de los factores que nos impide llegar a dialogar con quien hace falta resolver un conflicto es el orgullo, debemos vencer todo sentimiento tal que no nos lleva más que al fracaso y al rompimiento definitivo de una relación generando inestabilidad afectiva y social. ¿Cuántas relaciones de pareja o de otro vínculo familiar se encuentran hoy cegadas por la actitud que asumimos orientada únicamente por nuestro propio orgullo? No permitamos más las tristezas que desencadena este flagelo emocional, rompamos el hielo y marquemos la pauta hacia el diálogo, valoremos a nuestros seres queridos más que a aquello que ha motivado un disgusto, reconozcamos tanto en el otro como en nosotros mismos los errores cometidos y volvamos a empezar dichosos nuestra bella relación; no desperdiciemos más la oportunidad de compartir alegremente y en armonía cada segundo de vida que por gracia de Dios se nos ha dado. Rompamos el hielo, volvámonos a hablar, no hay que vivir en disgusto debemos concertar y así habrá lugar a disfrutar.

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